La ingeniera Isabel Arango está entre 5 seleccionados por Intel y centro de investigación Vasco.
A un equipo de cinco investigadores de distintos continentes, bajo la dirección de un experto de origen vasco, le encomendaron la misión de encontrar una tecnología revolucionaria en microprocesadores, los cerebros de las computadoras.
La colombiana Isabel Cristina Arango Gutiérrez está allí como experta en ingeniería de materiales.
Félix Casanova, director del proyecto, explica que es una tarea trascendental porque “cualquier mejora en el rendimiento de los ordenadores, puede significar un ahorro brutal”.
En el cuadro de cinco investigadores de distintos continentes, la colombiana Isabel Cristina Arango Gutiérrez aporta sus conocimientos en ingeniería de materiales, carrera que siguió en la universidad del Valle.
Esta selección, en la que participan un vietnamita, un portugués y una holandesa, fue escogida por Intel, el gigante estadounidense, el mayor fabricante de circuitos integrados del mundo, que les ha encargado la misión de investigar una propuesta que, entre otras ventajas, conlleve menor consumo de energía. Es una tarea compleja en ese ritmo digital que exige ordenadores, móviles y servidores, con usos de avanzada.
Isabel integra ese equipo, quizá como lo soñó en esa infancia cuando seguía a sus padres Carlos y Esperanza, un laboratorista y una secretaria en la universidad del Valle. Hoy hace parte del centro NanoGune, en San Sebastián, asociación privada sin ánimo de lucro impulsada por el Gobierno Vasco, en España, que fue escogido por Intel para la tarea.
La ingeniera recuerda que, desde su primaria disfrutaba las Ferias de Ciencia en su colegio Nuestra Señora de la Anunciación, en el sur de Cali, donde nació. Su papá le conseguía el nitrógeno líquido para experimentos como el de la Ley de gases ideales, con enseñanzas sobre presión, temperatura y volumen.
Era de lo que más le atraía en esos días escolares porque, en ese colegio donde enseñan comerciales, no era la mejor calificada en mecanografía, pero dice que hoy le han servido esos ejercicios para digitalización. Su mamá Esperanza le ha enseñado a valorar cada conocimiento.
Isabel entró, justamente, a la universidad del Valle a estudiar ingeniería de materiales, pregrado en el que le agradece, en especial, al profesor José Herminsul Mina, director de su trabajo de pregrado, con el que ganaron la mejor tesis del premio Otto de Greiff, creado por la universidad Nacional.
Luego, en la maestría estuvo bajo la guía de María Elena Gómez de Prieto, reconocida con su esposo Pedro Prieto como investigadores y autores de patentes como la de un dispositivo de nanotecnología que mejora las propiedades de materiales en forma de película delgada.
Para Isabel, los conocimientos, la metodología y la sistematicidad que aprendió de la maestra Gómez han sido decisivos para dar sus saltos. Cuenta que trabajó primero en un laboratorio del Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena) pero siguió pensando en buscar un reto profesional en el exterior.
Fue cuando se enteró de la vacante para el proyecto de Intel en NanoGune. Cree que su historia puede animar a más Latinoamericanos a entrar en esos ámbitos.
Aplicó con los documentos requeridos y le sirvió su experiencia en ese mundo donde se hablaba de micrómetros, milésimas de milímetro, pero hoy es de nanómetros, es decir, la milmillonésima parte del metro.
Intel, que explora siempre nuevas vías para crear microprocesadores, escogió el centro NanoGune, en España, en una búsqueda a partir de los atributos de la espintrónica, rama de la física que explota una propiedad cuántica de los electrones (el espín), partículas diminutas que aportan la mayoría de las propiedades fisico-químicas de los elementos y materiales del Universo.
Así, el futuro puede estar la nanotecnología, cuya esencia es a nivel de átomos o moléculas. Lo que se busca es que el espín de los electrones sirva para transportar información, sustituyendo a los materiales magnéticos que se usan hoy.
El instituto vasco desarrolla la propuesta para Intel hasta 2022, en alianza con la Universidad de Berkeley de Estados Unidos (que participa con dos grupos) y el centro de investigación francés CNRS/Thalés, fundado por el físico Albert Fert, premio Nobel en 2007, por sus descubrimientos en el campo de la espintrónica.
El equipo lo dirige el investigador vasco Félix Casanova, quien explica que la tecnología denominada CMOS ha sido la que ha predominado para mejorar los servicios de estos chips al miniaturizar cada vez más sus elementos base, los transistores. En décadas ha sido muy exitosa pero estaría “llegando a su límite”.
En la lista de factores para buscar nuevas propuestas de microprocesadores figura que los actuales, al ser muy pequeños, sus círculos tienden a sobrecalentarse y ello representa más pérdida de energía. Según estimativos de expertos, la transmisión digital de datos podría significar un 20 por ciento del consumo de energía en 2030.
La idea que se proyecta ahora es el dispositivo Meso, a través de la espintrónica que se enfoca en aprovechar una propiedad peculiar de los electrones, denominada espin, no tomada en cuenta en la física clásica.
Casanova, en artículos difundidos por los diarios El País y Diario Vasco, plantea que “la explotación de esta característica en algunos materiales magnéticos permitiría diseñar chips en los que se incorporan tanto la unidad de almacenamiento de la información necesaria para la computación como la que ejecuta las operaciones lógicas”.
El mayor inconveniente es, justamente, que la reducción del tamaño de los transistores ya está alcanzando las fronteras de la mecánica clásica. “Llega un momento en que la manera en la que los electrones se controlan dentro del transistor ya no funciona, porque empiezan a dominar las leyes de la cuántica”, explica Casanova.
La meta es que el procesamiento de datos sea más rápido que hoy cuando las computadoras cumplen las dos fases en sitios distintos: el almacenamiento de la información en la RAM o en el disco duro; y las operaciones, en el microprocesador.
Intel considera que se obtendría un mejor rendimiento con menos energía, porque todo estaría en el mismo circuito, tal como lo detalla un artículo de Nature aportado por un equipo de investigadores de la multinacional y de la Universidad de Berkeley (California).
A sus 28 años, Isabel Cristina Arango sabe que está en ligas mayores. Lo atribuye a la semilla en casa para estudiar. De hecho, su hermano Carlos Eduardo es ahora candidato a doctor en ingeniería de sistemas y trabaja con Sylabs, empresa de Silicon Valley.
Para la investigadora, “el estudio ha sido la clave para estar aquí porque es la posibilidad de alcanzar respuestas a la curiosidad y estar en investigaciones que sirvan a la Humanidad”.
Fuente: El Tiempo