El esfuerzo que el país hace para planear, definir, diseñar y desarrollar sus obras públicas debe estar respaldado a nivel de ingeniería, con criterios éticos, buenas prácticas, definiendo una vida útil cercana a los 100 años; utilizando los factores de seguridad más recomendados, analizando sus riesgos, su impacto, elaborando presupuestos reales, plazos analizados técnicamente, sus beneficios sociales, pensando siempre que los recursos públicos son sagrados.