Investigadores del CITEDEF trabajan en el desarrollo del “Dispositivo Mariana”, un sistema de alerta para la prevención de casos de violencia de género que podrá funcionar sin cobertura wifi. El objetivo es generar una herramienta que avise, tanto a la usuaria como a una red de monitoreo, cuando un potencial agresor no cumpla con la distancia perimetral.
Agencia TSS – La idea surgió en plena pandemia, cuando los casos de violencia de género se agravaron debido a que muchas mujeres debieron cumplir la cuarentena con sus agresores. El ingeniero Héctor Lacomi, investigador del Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (CITEDEF), recibió un pedido de su esposa Mariana. “Vos que sos ingeniero, ¿no podés fabricar algo que alerte a la mujer de que está en una situación de peligro?”, le dijo.
Lacomi tomó el guante y comenzó a esbozar un proyecto. Recordó un caso de femicidio que había sucedido por esos días en el que una mujer no pudo dar aviso de su situación porque estaba en una zona sin cobertura de celular y decidió poner el foco en ese problema. Así fue como junto a otros ingenieros y técnicos del CITEDEF, un instituto que pertenece a la órbita del Ministerio de Defensa de la Nación (MINDEF), comenzaron a trabajar en el desarrollo del “Dispositivo Mariana”, un sistema de alerta para la prevención de femicidios que funcionará también en zonas sin cobertura de internet ni celular.
“Consiste en dos dispositivos conectados entre sí. Uno está colocado en una tobillera para que lo use la persona que debe cumplir la distancia perimetral que le fue asignada y el otro lo tiene la persona que está en riesgo de ser agredida. Pensamos en fabricar algo pequeño, resistente y fácil de transportar, que no victimice a la persona por llevarlo consigo y que se pueda usar especialmente en zonas sin cobertura de celular, ya que todavía hay gran parte de nuestro país que no tiene”, cuenta a TSS Lacomi, investigador del Departamento de Investigaciones en Láseres y sus aplicaciones (DEILAP) del CITEDEF.
Luego de explicarle la idea al director del CITEDEF, Pablo Bolcatto, los investigadores se reunieron con autoridades del MINDEF y del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad para presentar el proyecto y conocer las necesidades de estos organismos. La propuesta fue bien recibida por ambas áreas y el equipo comenzó a trabajar en una primera versión del dispositivo, que pudiera mejorar lo que existe actualmente.
“Lo que suele usarse para estos casos son las tobilleras tipo prisión domiciliaria que se conectan a un dispositivo que tiene que tener encima la persona y, ante un evento de alarma, se informa a la policía. Esto tiene dos limitaciones. Por un lado, la perimetral está vinculada a un domicilio, no a una persona. Por el otro, necesita de una red celular o wifi para enviar el aviso. En nuestro caso, si bien sin red wifi no se va a poder dar aviso inmediato a la policía, la persona que puede ser agredida recibe en su dispositivo el alerta de que el agresor está cerca y eso le da posibilidad de resguardarse y pedir ayuda”, explica Lacomi.
Para poder lograr esta conexión, el dispositivo usa lo que se conoce como protocolo punto a punto, un sistema de enlace de datos que se utiliza para establecer una conexión directa entre dos nodos de una red. Este protocolo funciona como si fuera un tren con varios vagones que van de un dispositivo a otro. Dentro de esos vagones, se inscriben distintas mediciones, según lo que se quiera monitorear. Esa información llega al dispositivo receptor que, a su vez, le agrega otro vagón, el de georreferenciación de la persona.
A su vez, todos esos datos se conectan por bluetooth a un software de monitoreo, que puede estar en una computadora ubicada en una dependencia municipal o policial. Se trata de una tecnología que suele usarse para control de procesos en los que no se necesite gran cantidad de transmisión de datos, por ejemplo, para monitorear los semáforos de una zona o saber si los conteiner de basura de una manzana están completos y optimizar el recorrido de un camión recolector.
En cuanto a la distancia de acercamiento a partir de la cual se activará la alarma, dependerá de la perimetral asignada en cada caso. Pero en lo que respecta a la tecnología propiamente dicha, el ingeniero comenta: “Si la persona está al aire libre, en zonas más bien alejadas, logramos alcanzar entre 600 y mil metros de distancia. Cuando se usa en una ciudad, tenemos una distancia de 300 metros, debido a las interferencias de otras señales y edificios altos, pero es una distancia más que prudente que da tiempo para tomar una acción”.
Actualmente, los investigadores terminaron la fase 1 del desarrollo, que consistió en realizar un modelo de demostración tecnológica. En esa etapa, pudieron evaluar el funcionamiento de la trama de datos y corregir los errores del sistema. Ahora están comenzando la segunda etapa, que consiste en el desarrollo de cinco o seis dispositivos más para empezar a armar una red de monitoreo. También se encuentran diseñando el software que se encargará del monitoreo en tiempo real de los aparatos.
“Ya sabemos que la comunicación entre el dispositivo uno y el dos funciona. Ahora queremos ver qué pasa si tenemos más porque la idea es que haya una red de monitoreo que pueda georreferenciarlos a todos. Además, hay un equipo que va a seguir trabajando en la optimización de la tecnología en relación a diversos factores: las condiciones del clima, a qué altura conviene poner la antena, que capacidad máxima de dispositivos podemos monitorear, entre otras cuestiones”, indica Lacomi.
Si bien todavía faltan varias etapas para llegar al producto final, el investigador remarca que uno de los puntos centrales de este desarrollo es que la tecnología deberá ser probada rigurosamente y pasar por la supervisión de los ministerios involucrados (Defensa, Ciencia, Géneros) porque lo que está en juego en estos casos es la vida de una persona. A su vez, destaca la importancia de que el Estado nacional se ocupe de impulsar este tipo de desarrollos vinculados a la problemática de violencia de género.
“Son cosas que no tienen que quedar en manos de un privado y creo que nosotros, como investigadores que nos formamos en universidades públicas, tenemos el deber de poder aportar algo desde nuestros lugares”, apunta el ingeniero. Y termina: “Pensamos en que sea algo sencillo de replicar. En nuestro laboratorio no tenemos escala de producción pero la idea es hacer una transferencia tecnológica a Fabricaciones Militares o a algún otro organismo del Estado que pueda encargarse de la producción”.